Animales explosivos: perros, gatos, palomas y murciélagos

Por extraño que nos pueda parecer, las ideas más locas en cuanto a desarrollo de armamento en la Segunda Guerra Mundial, las tuvieron en el bando aliado. Locas, sí, pero ¿quién ganó la guerra? Nada más que alegar señoría.
Pero es que la línea que separa la idea innovadora del auténtico disparate es realmente fina, y se suele sobrepasar cuando la desesperación lleva a cerebros militares a incluir animales en sus planes. Ya vimos el ejemplo de las mulas paracaidistas, pero en ese caso los animales eran tan solo un medio de transporte, hubo otros casos que intentaron convertir animales en armas propiamente dichos. En la mayor parte de los casos, el proyecto se tachó de disparatado, y no se llevó a cabo, pero otros tuvieron menos suerte...
Los que peor suerte tuvieron fueron los perros rusos: la Unión Soviética entrenó a perros para buscar comida bajo los tanques enemigos. Los llevaban al campo de batalla con una carga explosiva adosada a sus cuerpos, cuando el animal era liberado, corría hacia los tanques alemanes y se introducía debajo para buscar comida, precisamente donde el blindaje era más débil. Ese era el momento en que se accionaba la bomba, provocando la muerte del animal y dejando inutilizado el tanque. Entre los nazis, estos perros eran conocidos como Panzerabwehrhunde.
Mejor suerte tuvieron los gatos. Si ya vimos cómo los persas emplearon los gatos como armas contra los egipcios, el plan que se ocurrió a los estadounidenses fue aún más disparatado si cabe. La institución clave para entender todo esto es la OSS (Office of Strategic Services), encargada, entre otras cosas, de elaborar planes estratégicos, algunos tan alocados como el siguiente: en algún momento, algún trabajador de la oficina tuvo la genial idea, al ver que los gatos sienten cierta aversión al líquido elemento y que siempre caen de pie, de enganchar los misiles aéreos a los felinos. La idea era corregir la trayectoria de los misiles que usualmente erraban al lanzarlos contra los barcos, que la mayoría de las veces impactaban contra el mar. El gato, por su naturaleza, al ver que iba a caer al agua, trataría de desviarse para caer sobre un barco, y el misil acertaría en el objetivo. Todo era completamente lógico, pero una voz (quizás más sensata) entre los altos mandos estadounidenses se alzó en contra del plan, y nunca se llevó a siquiera a pruebas.
La idea de dirigir bombas llegó a un más lejos cuando se intentó hacer a través del uso de palomas. Durante meses, el psicólogo Burrhus Frederic Skinner entrenó a varias de estas aves para que picoteasen una pantalla en la que aparecía un barco a cambio de comida. De esta manera, al introducir palomas dentro de los propios misiles, estas podrían dirigir los proyectiles contra los objetivos a la espera de un bocado que nunca llegaría. Si en el caso de los gatos no se llegaron a hacer pruebas, en este caso sí que se realizaron, y fueron todo un éxito. Sin embargo, de nuevo entre los altos mandos (¿quizás la misma persona que antes?), una voz gritó en contra del plan, y tampoco se llevó a cabo.
Estas palomas no llevan enganchadas bombas, sino cámaras de fotos, pero eso es otra historia...
El último absurdo plan al que nos referimos hoy fue obra, como no podía ser de otra manera, de la OSS: ¡bombardear Japón con murciélagos! El mayor problema al que se enfrentaba Estados Unidos durante los primeros años de la guerra en el Pacífico era llegar hasta Japón, pues la expansión del ejército nipón había creado un radio impenetrable, así que se elaboró un plan "aparentemente" sencillo. En primer lugar se engancharían pequeñas cargas explosivas con temporizadores a los mamíferos voladores, luego se trasladarían en barco o submarino hasta las inmediaciones de las costas japonesas, y, desde allí, los animales volarían contra posiciones japonesas.
Al igual que con las palomas, se hizo una prueba, pero fue un completo fracaso: los murciélagos volaron en todas direcciones, con vuelos muy irregulares, con lo que provocaron daños sobre las propias instalaciones estadounidenses y abundantes incendios, muy lejos de los lugares que se habían marcado como objetivos, así que también hubo que abortar este plan.
En definitiva, los alocados planes con animales fueron una realidad en la Segunda Guerra Mundial pero, afortunadamente, salvo en el caso de los perros rusos, no hubo que lamentar el uso de más animales como explosivos, ni murciélagos, ni palomas, ni gatos, ni ninguna otra especie, que sepamos... Y bueno, lejos de este drama, también podemos estar orgullosos de otras relaciones que hubo en la guerra con los animales:


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