Prince of Persia y su curioso concepto de Alamût

¡Saludos a todos! Somos Las Plumas de Simurgh y estamos muy contentas de estar escribiendo aquí. Más que encantadas recibimos la invitación de Ad Absurdum para unirnos a su magnífico y divertido proyecto, en el que la Historia no es exactamente como nos la habían contado. Agradecidas y emocionadas a partes iguales, intentaremos no desmerecer el nombre y la estupenda reputación de este blog con el artículo que os traemos. 
Porque, efectivamente, os traemos la reseña de una película a la que lo primero que habría que hacer es cambiarle el título. Se trata de Prince of Persia: las arenas del tiempo. Con la segunda frase la cosa ya era entendible. Podrían haberle puesto Prince of Orient, Prince of the Desert o Super Human Prince, directamente, porque os aseguramos que lo único que vais a ver de la tierra de Fars es el mapa que aparece los cuatro o cinco primeros segundos en pantalla, mientras la voz en off cuenta con solemnidad lo estupendos que eran los persas y cómo tenían a todo el resto del mundo contra las cuerdas. Matizable.
Vamos a empezar aportando datos objetivos, y que ayudarán un poco más a comprender la esencia de este largometraje. Lo primero que hay que tener en cuenta es que es una película de la factoría Disney, por lo tanto hay que salvarla de pretensiones históricas; nada de eso, lo que quieren contar es una aventura fantástica y ya está. Por otro lado, que la película está basada en el famoso videojuego homónimo, Prince of Persia, por lo que esos elementos mágicos están también justificados. 
Ahora, nuestra pregunta. ¿Qué te había hecho Persia, Disney? ¿Qué te había hecho? Vamos a intentar rescatar con pinzas de cirujano aquello “persa” en la muy poco persa Prince of Persia. 

Los hemos visto más persas.
Como antes habíamos comentado, al principio un precioso mapa de Mesopotamia nos enseña cómo de inmenso era el imperio de PERSIA (que lo ponen en mayúsculas, para que nadie se pierda). Ahora, no sabemos de quién, simplemente eran persas y punto, que de eso no va la película. Al parecer ni Ciro ni Cambises pasaron el casting, y Xerxes tenía contrato permanente para hacer de mamarracha con los de 300. Pero como bien hemos dicho, de Historia no va el film, así que Disney lo arregla simplemente colocando un rey con dos hijos y un hermano con malas pulgas.
El primer elemento persa lo encontramos ahí, en el hermano que es malo, porque nada más aparecer en pantalla tú piensas “este hombre bueno, bueno no es”. El personaje se llama Nizam, igual que el visir y erudito Nizam al-Mulk (1018-1092), uno de los personajes más importantes y poderosos de la Persia medieval. ¿Lo sabía Disney? En el aire queda. El caso es que ese personaje ha sido el germen de todos aquellos visires “no tan buenos” que la literatura y el cine han producido después, por lo que Disney se sube a este tren, al Orient Express de los villanos (que debe de conducirlo Jaffar, porque Ben Kingsley y el villano de Aladdín tienen prácticamente la misma pinta). Hay otros tantísimos nombres persas en esta película, empezando por el del protagonista, Dastan, que es como llamar a tu hijo “cuento” o “fábula”, porque el dastan es una manera de contar historias. Tamina coge su nombre de una de las princesas más famosas del Šāh-nāmeh, el poema épico de los iranios; Tus es el nombre de la ciudad donde nació el autor de este poema; Sheik… un momento, Sheik es árabe. ¡Oh, no! ¡Disney tampoco sabe que Arabia y Persia son cosas diferentes! ¡Ya estamos mezclando churras con merinas! Volvemos a proponer aquello de Prince of Orient, que es mucho más acorde.
Hagamos un llamamiento al sosiego, ya ha quedado claro que lo que esta película pretende no es hacer historia (todavía no los ha poseído el espíritu de Riddley Scott). Así que si uno es capaz de tragar ese mezcladillo de encurtidos orientales y disfrutar de la aventura, tampoco está mal.
Ahora, hubo una cosa que nosotras sí que no pudimos tolerar. El colmo de lo absurdo. Resulta que la película empieza con los ejércitos persas (¿de dónde han sacado los camellos?) poniendo sitio a la “ciudad” de “Alamût”, donde la princesa Tamina y su elenco de guapas están custodiando las Arenas del Tiempo. Ojo al asunto. “Ciudad” y “Alamût” en la misma frase. Vamos a volver un momento sobre esto. Cualquier curioso o curiosa que teclee en Google la palabra “Alamût” se va a encontrar con abundante información, no toda excesivamente contrastada, acerca de este mito internacionalmente conocido. La Fortaleza de los Asesinos. Y sí, remarcamos lo de “fortaleza” porque hasta la misma Wikipedia dice que Alamût estaba escondida en el pico de una montaña, y que hasta que no llegaron los mongoles con Hülegü a la cabeza (señor con mal carácter, por cierto), aquello fue inexpugnable y temido en toda Mesopotamia. Esos sí que tuvieron a su mundo contra las cuerdas, los Hassasshini, asesinos y soldados adictos al hachís y con una fe totalmente ciega hacia su líder, el Viejo de la Montaña.
Empecemos por aquello de que Alamût, que para más inri significa “Nido del águila” se suponía oculto entre las montañas por las que pasaba el Šāh Rud, un caudaloso río. Oculto. Montañas. Fortaleza. Alamût en Prince of Persia está en medio de una llanura. Plana totalmente. Y con una torre que ni la de los aeropuertos, para que se vea bien, de lejos. ¿Para conquistar Alamût? Todo recto, allí donde el obelisco de Nefertari puesto en medio del prado. ¿Es que en Disney no les dio para leerse la Wikipedia? Ya quisieran los de los camellos haberle puesto sitio a Alamût.

Ahí, ahí, que se vea de lejos. Les falta el cartel de "you are here".
Mirad a Reptile haciendo un cameo,
qué majo con el turbante.
Pero es que la cosa no se queda ahí, qué va. Ahora resulta que Alamût es una ciudad, redonda que aquello parece Samarra (nosotras creemos que vieron el alminar y se liaron) y que dentro hay una corte que ya la hubieran querido muchos de los sultanes otomanos. ¿Qué ha pasado con los Hassasshini? Pues que los han echado de su casa. Disney decidió trasladarlos a un refugio en la montaña donde aparentemente les dio un aire a todos y se transformaron en ninjas con turbante, porque en la escena en la que aparecen hacen una mezcla extraña entre Jackie Chan, Reptile de Mortal Kombat y combatientes japoneses con poderes (y turbante, que seguimos en Persia). Ahora el hachís, además de colocarte, hace que te salgan serpientes de los dedos. Fantástico. Ni que decir tiene que a los demonios de la montaña, espectros imposibles de vencer, el protagonista tarda minuto y medio en ventilárselos, que no duran nada estas supuestas máquinas de matar. 
Disney se fue al cajón de las especias donde ponía “Oriente” y lo sacudió todo encima de esta película, tirando la mayoría del contenido interesante fuera, pero dejando las cuatro o cinco tonterías que, a ojos del espectador (según ellos), mostrarían cuánto se habían esforzado en intentar recrear la gloria de Persia. Claro. 
Habría que decirles que con ponerles turbante a los ninjas y mostrar estupendas mujeres medio veladas no se está recreando Oriente, pero qué le vamos a hacer. El orientalismo lo tenemos pegado como un chicle a la zapatilla, y gracias a cosas como esta una puede recrearse en la contemplación de absurdeces tales como que ahora Alamût está en el llano, o que uno ya es “de allá” por llevar espadas que están torcidas.
Ha sido un placer, señores de Ad Absurdum. Esperamos volver a colaborar con ustedes.
¡Recuerdos desde Hom!



En colaboración con Ad Absurdum:

Las plumas de Simurgh: blog dedicado a la divulgación histórica, especializado en la Edad Media, Persia y Mesopotamia y la cultura oriental y el Islam. En Facebook.

«Y cuando estemos muertos, no busques nuestra tumba en la tierra, sino en el corazón de los hombres». 
Rūmī (1207-1273)


1 comentario:

Con la tecnología de Blogger.